Cuando menos lo espero, cuando menos lo deseo, cuando más creo haber dejado de quererte; apareces...sigilosamente, silenciosamente, cuidadosamente, implacable...y es en ese preciso e imprevisto instante en que caigo rendido a tus pies, dejándome llevar por tus risas, caricias, miradas...por esas palabras tan amigables y apasionadas a la vez, por esos labios gruesos y carnosos que me invitan a besarte, que me instan a acercarme, pero solo un instante, un pequeño instante donde te dejas llevar, hasta que vuelves a la realidad. Te dispersas, escapas, huyes a tu profundo deseo, y prefieres perderte por un día o semana, quizás un mes o dos, mientras no me necesites, mientras no me extrañes, hasta que inesperadamente apareces de nuevo y todo comienza otra vez.